El viaje no solo supuso ir a Portugal, un país que parece que pasa desapercibido, pero que cuando llegas y lo descubres, ves que tiene mucha historia.
Fátima es un lugar lleno de devoción y sentimientos, en el que
seas o no católico, va a llegar a tu corazón toda la historia que envuelve ese
emblemático lugar (a mí me llegó).
En Coimbra, Tomar y Nazaré sentí magia,
visitando lugares que no sabía que existían.
Lisboa y Porto no me
decepcionaron. El mítico tranvía que recorre la capital, es tan bonito como
aparece en las postales. En la segunda ciudad del Duero y sus puentes, hacen que
sea un lugar icónico. Ambas ciudades coinciden en que vayas por la calle que
vayas, vas a descubrir pequeños lugares, esos que hacen que el país tenga tanto
encanto.
Como digo no solo supuso ir a Portugal, fue convivir con muchas
personas, de las cuales a más de la mitad no conocía. A muchos los ves en los
pasillos, pero nuestros prejuicios hacen que no queramos ni saludarles.
Gracias
al viaje pude conocer a personas nuevas que espero que sigan caminando conmigo,
con otras reforcé lo que ya tenía, dándome cuenta a quién necesito en mi vida y
quién me quiere de verdad. Pude abrazar a alguna persona con la que lo daba
todo por perdido, pero sobretodo me reí, disfruté y fui feliz, muy feliz.
Por todo esto, resumo el viaje en emoción, aprendizaje y
magia. Ojalá algún día pueda volver, recordando por donde y con quien pasé. En
cualquier caso, en un trocito de mi corazón ya reside esta experiencia
inolvidable.
Ángel P. L.